CRISTAL
Observaba tras el reflejo de la ventana detenidamente la noche…gotas de cristal caían lentamente. Y su ruido trajo un amargo sabor a olvido.
Observaba, intentando perder un recuerdo de él, con cada parpadeo, con cada pálpito; intentando depositar cada momento gastado a su lado, en una estrella distinta, frágil; para perder los recuerdos, los suspiros. Para aceptar el precio de ese adiós, sin pausa, crudo, frío. Porque así se despedía, para siempre, de su alma, de su vida, del amor.
El silencio la desesperaba, la hacia pensar y pensar, la hacia buscar respuestas. ¿Por qué…? ¿Por qué? Se preguntaba… ¿Cuál será la causa de estos ojos inundados de vacío?
El vacío se siente, se trata de manipular. El vacío la consumía, aunque inconcientemente ella lo creaba, una y otra vez. Apoderándose de sus ojos, de sus lágrimas de cristal, con sabor a olvido, con sabor a lluvia.
Ella seguía observando, la oscuridad de la habitación envolvía su mirada en una niebla, una niebla que la perdía, suave, una niebla suave, y desesperante, intentando regalarle al cielo un falso instante de luz.
Observaba cómo las nubes negras iban tapando la luna, cómo su habitación se hacia mas oscura, cómo su mirada triste una vez mas se perdía.
Sus lágrimas caían destrozando el silencio, como el cristal rompiéndose en el suelo. Aunque en realidad caían suavemente, tan delicadamente que nadie oía el murmullo que sus lágrimas producían.
Nadie nunca noto el ruido de sus lagrimas al caer, por eso sus ojos estaban vacíos.
Los cerró una vez mas, los apretó fuerte, intento tranquilizarse, respirar profundamente. Pero fallo, fue su primer acto fallido, INTENTAR.
Se negó a seguir, no volvió a levantar la mirada, suspiró. Había bajado los brazos nuevamente. Vencida por la misma historia de siempre. Aquel amor perdido en algún tiempo atrás, al que todavía le era fiel.
La nostalgia la consumía, el vacío la avasallaba, con cautela, con dolor. Con ese silencio que tanto odiaba. Estaba enloqueciendo amor, embriagándose de nada. La maltrataba su memoria, el recordar como él la había hecho sentir.
El recordar la carcomía por dentro; sentía su respiración, su cuerpo, sus manos en las mejillas de ella, sus corazones latiendo paralelamente, unidos. Los susurros luego del amor, luego de cada noche, al despertar.
Casi podía sentir su voz, expectante, cariñosa. Casi.
Y ese casi era el que la incomodaba, el que la llevaba a esa derrota interna, ese casi la derivaba a la espera, la espera eterna que le regalaba el tiempo, y ella aceptaba. Fallo, fallo otra vez. No tenia que aceptar la propuesta del tiempo, su tiempo era hoy.
La acobardaba lentamente la resaca de aquel último “Te amo”. La consumía el sonido intacto de lo único verdaderamente desolador que le habían dicho hasta ahora, sin pensar en su interior, -Ya es tarde, eso es todo-
Seguía loca de amor, seguía embriagándose de la nada.
Sentía, palpaba, sentía sus sombras, sentía un instante de felicidad que le profesaba ese amor, después de tanto tiempo. Irrecuperable, pero real, que había sido real, que lo seguía siendo todo, que la seguía enloqueciendo.
La habitación dejó de estar en silencio, sintió pasos. Lo esperaba, el niño vendría, como cada día de lluvia, lo aterraban las tormentas, como a ella la terminaban.
Esperó encontrarlo, como cada noche semejante, a los pocos segundos de cruzar la puerta, sentado a su lado, recostándose en sus piernas, para acariciarle el pelo, cerrarle los ojos, y hacerlo entrar en los sueños, donde él sabía que nadie podía lastimarlo, intentaba tranquilizarlo.
Pero no fue así.
Se acerco a ella, y como si estuviese acostumbrado a verla morir de tristeza, a oírla llorar, a sentirla sufrir, con naturalidad pregunto:
-¿Dónde queda la eternidad?-
Respondió al instante. No lo dudó, aunque la pregunta la abrumaba, la acobardaba, ella sabia exactamente las palabras justas, absolutamente todo lo que él necesitaba saber. Quería que aprendiera de poco, de la manera correcta y menos dolorosa. Quería hacerlo en alguien mejor que ella, en alguien que no pudiera caer. Quería que fuese un hombre de hierro. No una muñeca de cristal, de esas que se rompen de dolor, como ella, como ella siempre fue.
Volteó y dijo:
-Más allá de las estrellas, allá en lo alto detrás del cielo, detrás de la lluvia de todo el mundo.-
Intentó olvidarlo todo. Falló, falló otra vez.
-¿Es lejos no?-
-Si, muy lejos.-
Intentó olvidarlo todo, falló. Lo sentía, lo sufría desde el lugar más incógnito de su alma: se derrumbaba, otra vez.
-¿Es grande?-
-Eterna, infinita-
Estaba cansada de sus seños, quería frenar, quería bajarse de ese maldito tren por el que venia hacia un largo tiempo.
-¿De qué está hecha la eternidad? ¿Podemos ir? –
Intentó sonreír. Falló, otra vez. Sus ilusiones se rompían a pedazos, se quebraban. Desaparecían.
Respiró profundamente, bajó los parpados son una lentitud sofocante. Intento matar el miedo. Falló. Entendió que estaba vencida, completamente vencida, el fracaso volvía con ella. Se había perdido, en otro ser, en otra alma. Se había quedado allí, arrojada, tirada, a no sé qué, a no se sabe quién, con el corazón completamente roto. Suspiró, entendía.
-Esta hecha…de recuerdos. De todo lo grabado en tu memoria.-
Ella sabía, que también estaba hecha de corazones destrozados por el dolor, de nunca más volver a…; por el dolor que nos causa morir lentamente, de nostalgia, de tristeza, por algo sin vuelta atrás, por algo que jamás volvería a vivir.
-Y mamá... ¿podemos ir?-
-No, cuando vas no podes volver nunca más.- (Contesto subiendo el tono de voz)
Falló, era una mala respuesta, falló, porque ella estaba en esa eternidad todos los días, en ese eterno y constante dolor, obligada a volver una y otra vez.
Estaba viva, pero moría, moría en vida.
-Y… ¿A papá nunca más lo volveré a ver?-
-Si, sólo encontraras esa grande e infinita eternidad, si cierras los ojos, sueñas y recuerdas todo lo que hay en tu corazón, todo lo lindo que hay en tu mente. Sólo así podrás ir y volver, cualquier día, cuando quieras, cuando lo necesites; a la hora y en el momento que sea, pero no olvides cerrar los ojos.-
Y se dio cuenta, que los recuerdos eran eternos, nadie podía sacárselos. Y podía ir una y otra vez a reencontrarse en sus sueños de cristal, frágiles, como ella, como sus lágrimas.
Y aprendió, entonces, que si existe algo que dura eternamente, para siempre. Solo si se cierra bien fuerte los ojos.
TE AMO MUCHO AMIGA, mucha mucha fuerza, de esta y de todas las que no quedan por vivir salimos juntas. Aunque a veces aparezcan distancias yo estoy y vos a estar siempre con vos, sos muchísimo para mi. Gracias por tanto y perdón por mucho mas.
1 comentario:
me dejaste pensando mucho y haciendo fuertes mis recuerdos con mi abu... hermoso post querida; gracias por enseñarme todos los dias algo nuevo linda!
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