Tu tiempo es ahora, tu luz es mañana, cerrá los ojos y empezá a soñar.


V A L E N T I N A

24 febrero, 2011

Pero estoy segura de sentir que no fue una historia más.


22 febrero, 2011

La verdad, que no hace ni un mes que estoy en la facultad (cursillo de ingreso) y ya no quiero estudiar más! El encierro me está desesperando, el no comer comida de mi abuela me esta haciendo un hueco en el estomago, el tener que hacer 3 prácticos mas habiendo promocionado los parciales me pone de mal humor y como para sumarle algo mas el pozo este que es Córdoba me saca, todo bien. Si si, muy lindo la lluvia mientras estás en tu dpto, esta todo inundado y me cague mojando para que me digan “NO VUELVAN A SU CASA PORQUE LOS PROES NO PUDIERON VENIR POR LA LLUVIA”, los conchudos nos hacen un aula virtual donde tooooda info la pasan por ahí (si no tenes internet CAGATE no te enteras de nada). Hoy que podrían haber avisado por ahí no hacen ir al re mil pedo, solo para que nos caguemos mojando.

¡QUIERO BELL VILLEEEEEEE, quiero volver al secundario!

Mis pestañas para usarlas de trasporte a nuestro cielo.

21 febrero, 2011

QUE INSÍPIDO HUBIERA SIDO SER FELIZ !

Voy a explicarles señores jueces.... Tengo ante mí innumerables órbitas de ojos; líneas circulares de manos puestas en las rodillas, de pies descalzos descansando en la piedra, de pupilas fijas de donde mana la mirada, de bocas cerradas donde el silencio madura un juicio. Tengo ante mí audiencias de piedra. Maté a aquel hombre con un cuchillo, dentro de la bañera, con ayuda de mi miserable amante que ni siquiera era capaz de sujetarle los pies. […] Poco a poco, yo iba ocupando el lugar del hombre que me faltaba y que me invadía. Acabé por contemplar, con los mismos ojos que él, el cuello blanco de las sirvientas. Egisto galopaba a mi lado por los eriales; tenía casi la edad de ir a reunirse con los hombres; me devolvía la época de los besos entre primos perdidos en el bosque, durante las vacaciones de verano. Yo lo miraba menos como un amante que como a un niño que hubiera engendrado en mí la ausencia; pagaba sus gastos de guarnicioneros y caballos. Infiel a mi hombre, seguía imitándolo: Egisto no era para mí sino lo equivalente a las mujeres asiáticas o a la innoble Arginia. Señores jueces, no existe más que un hombre en el mundo: los demás no son más que un error o un triste consuelo, y el adulterio es a menudo una forma desesperada de la fidelidad. Si yo engañé a alguien fue con toda seguridad al pobre Egisto. Lo necesitaba para percatarme de que hasta qué punto el que yo amaba me era irremplazable. Cansada de acariciarlo, subía yo a la torre para compartir el insomnio del centinela. Una noche, el horizonte del este empezó a arder tres horas antes de llegar la aurora. Troya ardía : el viento que volaba de Asia transportaba sobre el mar pavesas y nubes de ceniza; las fogatas de los centinelas se encendieron en las cimas: el monte Athos y el Olimpo, Elpindo y el Erimanto parecían hogueras; la lengua de la última llama se posaba frente a mí en la pequeña colina que desde hace veinticinco años me tapaba el horizonte.» Yo veía inclinarse la frente del vigilante, cubierta por el casco, para recibir el susurro de las olas: por el mar, en alguna parte, un hombre engalanado de oro se acodaba en la proa y cada vuelta de hélice lo acercaba más y más a su mujer y a su hogar ausente. Al bajar de la torre, cogí un cuchillo. Quería matar a Egisto, mandar lavar las maderas de la cama y el pavimento de la habitación, sacar del fondo del baúl el vestido que llevaba puesto cuando él se marchó, y suprimir finalmente aquellos diez años como si fueran un simple "cero" en el total de mis días. Al pasar por delante del espejo, me detuve a sonreir; de repente, me vi y al verme me di cuenta de que tenía el pelo gris. Señores Jueces, diez años es mucho tiempo: es más largo que la distancia entre la ciudad de Troya y el castillo de Micenas; el rincón del pasado esta asimismo más alto que el lugar en donde nos encontramos, pues sólo podemos bajar y no subir las escaleras del Tiempo. Sucede como en las pesadillas: cada paso que damos nos aleja más de nuestra meta en vez de acercarnos a ella. En lugar de una mujer joven, el rey encontraría en la puerta a una especie de cocinera obesa; la felicitaría por el buen estado de los corrales y bodegas: sólo podía esperar unos cuantos besos fríos. Si hubiera tenido valor, me hubiese matado antes que el llegara, para no leer en su rostro la decepción, al encontrarme ajada. […] Yo creía que por lo menos en la prisión estaría tranquila, pero sigue volviendo: parece como si prefiriese mi calabozo a su tumba. Sé que mi cabeza acabará por rodar en la plaza del pueblo y que la de Egisto caerá cortada por el mismo cuchillo. Es extraño, señores jueces, se diría que ya me habéis juzgado otras veces. Pero tengo la experiencia suficiente para saber que los muertos no permanecen en reposo: me levantaré, arrastrando a Egisto tras de mí como a un galgo triste. Y erraré por las noches a lo largo de los caminos, a la búsqueda de la justicia de Dios. Volveré a hallar a ese hombre en algún rincón de mi infierno y gritaré de nuevo con alegría con sus primeros besos. Luego, me abandonará para irse a conquistar alguna provincia de la Muerte. Ya que el tiempo es la sangre de los vivos, la Eternidad debe de ser la sangre de las sombras. Mi eternidad, la mía, se perderá esperando su regreso , de suerte que me convertiré en el más lívido de los fantasmas. Entonces volverá, para burlarse de mí, y acariciará ante mis ojos a la amarilla hechicera turca acostumbrada a jugar con los huecesillos de las tumbas. ¿Qué puedo hacer? Es imposible matar a un muerto..."